SAN DIEGO — “ Sin precedentes” es, probablemente, la expresión más usada en este momento, pero no resulta muy útil. Algo puede ser sin precedentes porque es maravilloso, como una cosecha abundante, un descubrimiento o una cura. Pero no es eso lo que queremos decir hoy.
¿Qué es lo sin precedentes de nuestro tiempo? Una respuesta es que nuestro país no ha estado nunca en un estado de caos tan intencionalmente cruel y destructivo en la memoria de la mayoría de los que estamos vivos. Lo sin precedentes es que nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, estamos enfrentándonos a situaciones de desprecio por la vida y la dignidad humana a manos de nuestro propio gobierno, de una manera que desafía incluso nuestra capacidad de recordar cómo se responde. Esta falta de experiencia nos paraliza.
Yo crecí valorando mis clases de cívica e historia. Más adelante, me encantó aprender sobre ética y beber de la profunda sabiduría del cristianismo expresada en la Doctrina Social de la Iglesia. Para mí, una gran parte del desconcierto del presente es que un número insólito de personas parece no tener absolutamente ningún recuerdo de la cívica, la historia, la ética o de la sabiduría religiosa. Esta carencia los vuelve aparentemente incapaces de discernir entre el bien y el mal, la verdad y la mentira.
Un nuevo estudio por el respetado Instituto de Investigación de Religión Pública (PRRI, por sus siglas en inglés) debería alarmar a todos los que nos llamamos cristianos. La encuesta revela que el 54% de los católicos blancos apoyan las deportaciones sin el debido proceso. Esta cifra sorprendentemente alta solo es superada por los evangélicos blancos, de los cuales un 65% está a favor de deportar personas sin autorización a prisiones extranjeras, sin acceso a protección legal alguna, algo que la Constitución de Estados Unidos garantiza a toda persona. La desconexión entre la fe bíblica y la ética es también dolorosamente evidente entre protestantes hispanos, un 30% de los cuales apoyan las deportaciones sin el debido proceso. De manera significativa, la mayor oposición a estas medidas viene de no cristianos, católicos hispanos y protestantes afroamericanos. Nuestro pozo común está seco.
Expertos en el uso del agua nos enseñan que, a veces, un pozo se seca no porque no haya agua, sino porque el sedimento y otras obstrucciones bloquean el flujo. En esos casos, la solución es inyectar agua a alta presión para vencer el bloqueo y permitir que el agua vuelva a fluir. ¿Cómo hacemos esto? Creo que ya hemos empezado.
Ante los despidos masivos en el Servicio Nacional de Parques, se creó la red alternativa Alt National Park Service para seguir cuidando de las tierras que compartimos. Es su análisis detallado el que nos revela el manantial que brotó en las protestas pacíficas del 14 de junio, justo cuando en Washington se glorificaban la guerra y la lealtad autoritaria. Frente a esa exaltación de la violencia y el despotismo, más de 13 millones de personas salieron a las calles en comunidades grandes y pequeñas, en estados azules, rojos y morados, en ciudades y en zonas rurales, para irrigar nuestro pozo común con buena voluntad, sentido de comunidad y responsabilidad.
Dos días después, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos emitió una declaración de apoyo afirmando que “nadie puede hacer oídos sordos a los gritos palpables de ansiedad y miedo que se escuchan en comunidades de todo el país ante el aumento de las acciones de control migratorio”.
Todos podemos contribuir al flujo del agua viva, como lo muestra la energía que las manifestaciones pacíficas han despertado, especialmente entre los jóvenes. Las comunidades se están organizando para recaudar fondos para las familias inmigrantes que han quedado sin padres y para las personas mayores que han perdido a quienes los cuidaban. Comunidades de fe están formando equipos de respuesta rápida para acudir en ayuda de los detenidos, encarcelados o abandonados. El miedo retrocede cuando la empatía crece, y así nos convertimos en peregrinos de esperanza.
Cecilia González-Andrieu is profesora universitaria de la Universidad Loyola Marymount.