Perspectiva: Uno puede ser fuente de esperanza

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Por Ricardo Márquez, PhD

SAN DIEGO — Nunca nos imaginamos lo que iba a ocurrir cuando estábamos celebrando el final del 2019.

Hay una mezcla de sentimientos que se repiten cuando termina un período y se inicia uno nuevo. ¿Cómo será el 2021? ¿Qué sorpresas nos traerá?

El 2020 nos dejó huellas colectivas de sorpresa inimaginables, un pequeño virus que nos conmovió, nos cambió la vida, trastornó las rutinas de cada día, nos llevó al aislamiento, a no poder acompañar a nuestros difuntos, a no poder estar cerca de nuestros enfermos; aumentaron los cuadros de ansiedad, violencia doméstica y depresión…También fuimos testigos de la creatividad, resistencia, solidaridad y gestos heroicos de amor de muchas personas, amigos y familiares. Se desmoronó lo que normalmente nos sostenía, nos daba seguridad y tranquilidad, fracturas que nos confrontaron con nuestras fragilidades y vulnerabilidades.

Para muchos las nuevas situaciones fueron un reto para darse cuenta de lo que importa en la vida, fue un despertar para valorar las cosas esenciales y sencillas, la convivencia, la cercanía, el apoyo, la comunicación, el poder llorar y reír juntos. Para otros, la nueva situación llegó como un ladrón en la noche, cayó en un terreno árido, seco, sin muchos recursos humanos y espirituales para enfrentarla y encontrarle sentido.

El Papa Francisco comparó la misión de la Iglesia en estos tiempos como un “hospital de campaña”, tantos hermanos — la mayoría de los habitantes de la tierra — que están heridos emocionalmente, viviendo y atravesando situaciones extremas de pobreza y enfermedades que claman cercanía y presencia.

Cuando la realidad conocida se desmorona, la invitación es a reconstruirse, volver a las fuentes, buscar la roca. Esta situación, aunque a veces es difícil reconocerla es “gracia”; es algo dado, una oportunidad para ir más al fondo, y allí encontrar, a veces en el silencio, la voz de la conciencia que nos recuerda e invita a confiar y entregarnos al misterio de la vida que llamamos Dios.

Este camino no se recorre en solitario, la ayuda, la solidaridad de la comunidad de fe, esperanza y amor, la Iglesia, nos sostienen y acompañan. La esperanza no es sólo la expresión de un “pensamiento positivo”, es la radical confianza y entrega al misterio de Dios que se nos ha revelado como amor, sin tener control de sus resultados.

La esperanza se pide, se cultiva con paciencia y constancia para irradiarla, se manifiesta en nuestros modos de pensar, sentir y actuar.

Los invito a revisar y contactar el siguiente enlace sobre la formación de los “Comités de Solidaridad”, promovida por CRS (Catholic Relief Services) en nuestra Diócesis: https://www.crsespanol.org/toma-accion

Siendo fuente de esperanza para nuestros hermanos en los márgenes se renuevan nuestras esperanzas y nuestra fe en las posibilidades de nuestra humanidad para el 2021.

Ricardo J. Márquez, PhD, es director asociado de la Oficina de Vida Familiar y Espiritualidad. Se puede contactar en rmarquez@sdcatholic.org.

 

 

 

 

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