Perspectiva: San José es una guía para nuestros tiempos

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Por Ricardo Márquez

SAN DIEGO — Pasaron muchos años para que la estructura de la familia que hoy conocemos se estableciera.

De los clanes a las tribus, de la familia campesina, a la familia industrial, de la familia extendida a la familia nuclear, la familia ha ido tomando formas distintas a lo largo de la historia bajo influencias ideológicas y culturales que la han ido moldeado. No es lo mismo la vida y dinámica familiar en un país árabe, que otra en Nigeria, en Europa, Asia o Latinoamérica.

Esto nos permite tomar conciencia que al hablar de la familia estamos transitando un territorio complejo con muchas variantes, sensibilidades culturales y religiosas. Toca entrar con delicadeza y conciencia como cuando uno entra a un nuevo territorio sagrado, “descalzándose” de etiquetas y prejuicios, con apertura de mente y corazón.

Cuando el Papa Francisco inició su pontificado (2013) dirigió su atención a la realidad de la familia en el mundo. A los ocho meses de su pontificado convocó la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, bajo el lema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”, que se desarrolló en la Ciudad del Vaticano en octubre de 2014.

En esta reunión, donde participaron obispos y delegados laicales de todo el mundo, después de consultas, estudios locales y regionales se pudo visualizar con más precisión el mapa actual de las realidades familiares de nuestro tiempo. Las situaciones de violencia entre pueblos, la pobreza extendida, los daños ecológicos, el fenómeno de las drogas, la influencia de los medios en la mente de los niños, la disminución de la natalidad en pueblos industrializados, el individualismo, la dificultad de compromisos permanentes entre las parejas, las migraciones.

De ese esfuerzo colectivo salió la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (La Alegría del Amor). Este documento fue un llamado de emergencia a todos nosotros para centrar nuestros esfuerzos de cuidado, formación y atención a las familias. Del bienestar material, emocional y espiritual de las familias dependerán las sociedades del futuro, la paz, el entendimiento, la justicia y la solidaridad entre los pueblos. Así de simple, lo que no se cultive en la familia no dará frutos ni en la sociedad ni en el mundo.

Uno de los elementos críticos de la familia en nuestros días es la ausencia de la figura paterna. En Europa, por ejemplo, el número de hogares sostenidos por madres solteras llega ya al 50%. En los Estados Unidos, 4 de cada 10 nacimientos son de madres solteras, siendo el mayor porcentaje entre las mujeres hispanas. Los analistas concuerdan  que la tendencia va creciendo, especialmente entre los “millennials” (los nacidos entre 1981 y 1996).

El pasado diciembre, el Papa Francisco escribió una carta apostólica: “Patris Corde” (Con corazón de padre) para celebrar los 150 años de la declaración de San José como patrono de la Iglesia. Es un rico aporte pastoral para valorar y reconocer el aporte de la figura paterna en la familia de hoy a la luz del ejemplo de lo que significó José para Jesús.

“Todos pueden encontrar en San José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”, escribió el Papa. Los hijos aprenden por el modelaje de los padres, viendo al Jesús adulto podemos reconocer las influencias de su padre terrenal. ¿Quién le enseñó a sostenerse y dar sus primeros pasos? ¿Quién lo abrazó con ternura o lo consoló cuando se cayó por primera vez? ¿Quién le enseñó a orar? ¿Quién le contó las historias de su pueblo Israel? ¿Quién le proporcionó seguridad y sustento en tierras extranjeras, cuando les tocó emigrar a Egipto? ¿Quién le enseñó a trabajar la construcción y la carpintería? ¿Quién le mostró el respeto a la mujer? ¿Quién le modeló la sensibilidad al débil? ¿Quién le dio silenciosas lecciones de amor y de servicio?…San José.

Un padre extraordinario es aquel que hace lo ordinario extraordinariamente,  con ternura y amor en las acciones cotidianas, apoyando en la noche a su esposa mientras esta amamanta, ayudando en las tareas domésticas, cambiando pañales, llevando al niño a la escuela , al parque y a la Iglesia, enseñándolo a ver a Dios en todas las cosas, consolando  a sus hijos durante las noches de fiebre…estos son los actos litúrgicos de la Iglesia Doméstica. ..la presencia y modelaje de un padre así es un regalo para sus hijos, su familia, el mundo y la sociedad.

“Cada niño lleva siempre consigo un misterio, algo inédito que sólo puede ser revelado con la ayuda de un padre que respete su libertad” (‘Patris Corde, 7).

Ricardo Márquez, PhD, es director asociado de la Oficina de Vida Familiar y Espiritualidad. Se puede contactar en rmarquez@sdcatholic.org

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