Perspectiva: El regalo de nuestra voz interior en estos tiempos

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Por Ricardo Márquez, PhD

Cuando las rutinas y las costumbres diarias cambian nos sentimos desconcertados e inseguros.  Las acciones que hacemos cada día nos dan un marco de seguridad, pero cuando hay cambios repentinos producen un gran desasosiego y generan incertidumbre.

Estábamos acostumbrados a tener reuniones, celebraciones eucarísticas, a darnos el saludo de la paz, a viajar sin restricciones, abrazarnos, pasear en el parque y estar cerca sin temor a ser infectados…Eso era lo normal, y por ser lo habitual, lo dábamos por sentado.

Y de repente todo cambia, nos obligan a estar en nuestras casas, a restringir las salidas al exterior, a evitar el contacto con otros, a mantener distancia para no contagiarnos.

Cuando la velocidad de la vida disminuye, empezamos a ver y notar cosas que antes no veíamos. Es como cuando uno va por la autopista a 80 millas y no es posible apreciar las flores del camino, o los rostros de la gente, todo pasa muy rápido. Este cambio de velocidad existencial, este cambio de ritmo nos ha llevado a ver lo que nos rodea con más atención, ver sin apuro a nuestra compañera de vida, a nuestros hijos, a compartir momentos que antes no compartíamos por el apuro.

El cambio de ritmo genera también una sensación de “vacío”, la escucha de nuestros diálogos internos se hacen más notables; la voz interior de la conciencia encuentra una salida oportuna, voces internas que nos invitan a ser honestos, genuinos, humanos y compasivos; territorios descuidados del alma donde experimentamos la necesidad de amar y ser amados.

Son tiempos de dudas, desconciertos, preguntas, reflexiones que apuntan a lo que es fundamental en la vida. Cuando los soportes y “distracciones” acostumbradas se desmoronan se nos presentan dos opciones: o nos deprimimos o nos renovamos; o entramos bajo la órbita e influencia del miedo, o vamos a las fuentes de agua viva que nos sostienen y renuevan.

La memoria, el recuerdo en la liturgia y en la oración personal de lo que hizo Dios con Jesús nos dan claves para estos tiempos. Experimentar, gustar, revivir esos momentos pueden enriquecer nuestros diálogos internos de esperanza.

“Dios resucitó a Jesús entre los muertos”, este fue el mensaje más común entre los primeros cristianos, “Jesús está vivo. Dios lo ha resucitado”.

“Dios ha bajado hasta el mismo sheol y se ha adentrado en el país de la muerte, donde todo es oscuridad, silencio y soledad. Allí yacen los muertos cubiertos de polvo en el sueño de la muerte. De entre ellos, Dios ‘ha despertado a Jesús, el crucificado, lo ha puesto de pie’ y lo ‘ha levantado’ a la vida” (Jesús, J.A. Pagola, p. 413).

Cuando todo parece acabarse en el absurdo, Dios comienza una nueva creación. Jesús fue el primero, la primicia, el paradigma de lo que es la promesa para todos nosotros. Esta creencia, cuando se hace carne y vida es la brújula que orienta nuestra esperanza, de ella tomamos fuerza para vivir en abundancia.

Señor, ponemos en tus manos, sin multiplicar las palabras, y en el silencio de nuestra habitación, nuestras dudas, ansiedades, desamores, miedos, incongruencias…y mi “ego”; abrimos nuestras “tumbas” para que el encuentro contigo las ilumine y nos renueve para ser mejores, para ser instrumentos de justicia, paz y compasión . Que mientras más te conozca y te sienta en el interior de mi conciencia, más pueda seguirte y amarte.

Ricardo J. Márquez, PhD, es director asociado de la Oficina de Vida Familiar y Espiritualidad, e invitado frecuente del programa de radio Vive Feliz. Se puede contactar en rmarquez@sdcatholi.org.

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