SAN DIEGO — “Todos necesitamos una esperanza”.
Por esa razón fue que Victoria Martino, su hija y una amigo de la familia asistieron al evento que marcó el inicio de la celebración del Año Jubilar de la Iglesia Católica en nuestra diócesis.
“En estos momentos esto es muy significativo”, comentó Martino después de la Misa dominical celebrada la mañana del 29 de diciembre en la Catedral de San José, la cual marcó el lanzamiento local del Jubileo.
La celebración había comenzado esa misma mañana en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, donde el obispo auxiliar Ramón Bejarano dirigió una oración mientras los fieles llenaban los bancos y abarrotaban la parte trasera del edificio histórico.
“En comunión con la Iglesia Universal, abrimos el Año Jubilar para la Iglesia de San Diego. Hoy es un preludio de una rica experiencia de gracia, misericordia y consuelo… La razón de nuestra esperanza, especialmente en este tiempo de guerra y desorden, es Jesucristo”, dijo el obispo Bejarano.
Después, todos partieron en una procesión que, en algunos momentos, se extendió a lo largo de tres cuadras. Caminaron hacia la Catedral, donde el obispo Bejarano proclamó una bendición especial para el Año Jubilar y celebró la Misa. Los fieles llenaron la iglesia, con capacidad para 900 personas, la cual la diócesis ha designado como el lugar para las peregrinaciones jubilares locales.
Un Año Jubilar es un evento importante en la Iglesia Católica, un tiempo de gracia, perdón y reconciliación. La Iglesia celebra un Año Jubilar “ordinario” cada 25 años. El tema del Jubileo 2025 invita a los católicos a ser “Peregrinos de Esperanza”.
El Papa Francisco dio inicio a la celebración del Año Jubilar el 24 de diciembre al abrir una Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. Las diócesis de todo el mundo comenzaron sus observancias de este año especial el 29 de diciembre.
En la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, la canciller María “Marioly” Galván leyó una parte del documento oficial de la Iglesia, conocido como “Bula Papal,” que anuncia el Año Jubilar 2025.
“Que para todos el Jubileo sea un momento de encuentro genuino y personal con el Señor Jesús, la ‘puerta’ de nuestra salvación, a quien la Iglesia tiene la misión de proclamar siempre, en todo lugar y a todos como ‘nuestra esperanza’” (1 Tim 1:1), leyó Galván.
“Todos saben lo que es tener esperanza. En el corazón de cada persona, la esperanza habita como el deseo y la expectativa de cosas buenas por venir, a pesar de no saber lo que el futuro traerá. Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro a veces puede dar lugar a sentimientos encontrados”, continuó. “Para todos nosotros, que el Jubileo sea una oportunidad de renovarnos en la esperanza. La palabra de Dios nos ayuda a encontrar razones para esa esperanza”.
Posteriormente, los fieles salieron al exterior para iniciar la procesión, encabezada por seminaristas, seguidos de diáconos, sacerdotes y el obispo Bejarano. Cientos de personas caminaron bajo un cielo nublado, algunos cargando bebés y niños pequeños, hasta llegar a la Catedral.
Una vez ahí, el Obispo se colocó en la cima de los escalones mientras los fieles se distribuían a su alrededor, llenando el espacio hasta la calle. Proclamó una oración especial para el Jubileo y luego abrió una de las puertas de la Catedral para proceder al interior.
En su homilía, el obispo Bejarano mencionó que el Papa Francisco “nos invita a cantar un canto de esperanza” para el mundo.
“Un canto es algo hermoso que expresa nuestros sentimientos más íntimos. Un canto puede darnos alegría, puede entristecernos, puede unirnos”, dijo.
Agregó que, para cantar un canto de esperanza, “primero debemos ser buenos oyentes. Necesitamos comprender a nuestros hermanos y hermanas con el corazón, ser empáticos y comprensivos”.
Reflexionando sobre la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, el obispo Bejarano instó a los fieles a considerar, en su canto de esperanza, las tres dimensiones de la familia: la familia nuclear, la familia extendida y la familia universal, y a actuar en consecuencia para promover la paz y la unidad.
“La familia universal debería ser una preocupación de todos nosotros”, afirmó, ya sea en la parroquia, en la comunidad o en el mundo. “Todos somos parte de un panorama más amplio.
“No importa cuán diferentes seamos, el idioma que hablemos, todos somos hijos del mismo Dios, quien nos creó a su imagen y semejanza, con un amor perfecto e incondicional”, dijo. “Todos los que vivimos en el mundo somos miembros de esta familia universal. Y debemos tratarnos unos a otros como hermanos y hermanas”.
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