Escuchan a Jesús Durante su Peregrinación por Tierra Santa 

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Por Diácono Chris Bongato

(SAN DIEGO) — Después de dos años de postergar el viaje a Tierra Santa, finalmente se llegó el día.

La Diócesis de San Diego, donde soy seminarista de cuarto años, había estado planeando este viaje para quienes nos preparábamos para ingresar al sacerdocio, pero la pandemia, las tensiones políticas en la región y la ceremonia en Roma para instalar al obispo Robert W. McElroy como cardenal retrasaron esa peregrinación varias veces.

Todo cambió el 28 de diciembre, cuando los nueve seminaristas de nuestro programa y cuatro directores finalmente pudimos emprender el viaje de tres semanas. Visitamos los lugares sagrados durante dos semanas, después tuvimos un retiro de una semana y regresamos el 21 de enero. 

Para mí, así como para la mayoría de los seminaristas, este fue nuestro primer viaje a Tierra Santa, un viaje en el que Evangelio cobró vida. De hecho, mucha gente se refiere a esta peregrinación como “el Quinto Evangelio”.

El 31 de diciembre, nuestro grupo viajó a la Iglesia de la Anunciación, donde una placa dentro de una gruta en el nivel principal de la iglesia dice “Verbum caro HIC factum est”. En medio de la ceremonia, mientras servía como diácono, me golpeó la enormidad del mensaje: “El Verbo se hizo carne AQUÍ”.

Estábamos rodeados de muchas imágenes del ángel Gabriel saludando a María, representadas desde la perspectiva de diferentes culturas, todas acentuando el punto en que Jesús entró en nuestra humanidad. La vida de Jesús apenas comenzaba a desarrollarse frente a nosotros.

El 2 de enero llegamos al Mar de Galilea, donde sabemos que Jesús predicó y realizó muchos milagros. En comparación con otros lugares, donde se construyeron grandes iglesias sobre lugares sagrados, el Mar de Galilea y el área circundante se han conservado en su mayoría tal como eran en la época de Jesús.

Mientras estaba en la barca en medio del mar, pude imaginarme lo que los discípulos y Jesús habrían visto: las olas meciendo la barca, las verdes colinas más allá del agua. Miré hacia el cielo mientras me acostaba en la proa del barco. Me imaginé a Jesús en esta misma posición, como lo estaba durante el relato evangélico de la tormenta en el mar de Galilea. Reflexioné sobre lo que Su presencia debió haber significado para los discípulos en aquel entonces, y lo que Su presencia significa para nuestra Iglesia y nuestras propias vidas ahora.

¿Cuánta paz tenemos sabiendo que Jesús está en la barca? Entre el vaivén de las olas, sentí la mayor paz que he sentido en mucho tiempo.

Viajamos a Jordania, donde visitamos la capital de Amman, la ciudad arqueológica de Petra y el río Jordán, donde renovamos nuestros votos bautismales. Visitamos Jericó, la ciudad palestina en Cisjordania, tuvimos la oportunidad de nadar en el Mar Muerto, exploramos el sitio arqueológico de Qumrán y el pueblo de Betania. Asistimos a Misa en muchos de estos sitios, en iglesias antiguas.

La última ciudad que visitamos fue Jerusalén. Entre turismo y oración, tuvimos la increíble oportunidad de reunirnos con el Patriarca latino de la ciudad, Su Beatitud Pietbattista Pizzaballa. En una audiencia privada nos explicó la situación de la fe en Israel.

El patriarca compartió el trabajo que se está haciendo en su diócesis para servir a los fieles Católicos, que representan menos del 2% de la población, y nos habló sobre la labor que se está haciendo con cuidado y diligencia para promover el diálogo interreligioso.

Esta conversación nos permitió comprender más profundamente la compleja situación política y religiosa de la región, incluso entre las diferentes Iglesias de rito Católico u ortodoxas que mantienen los lugares sagrados.

Esto se hizo evidente en la Iglesia del Santo Sepulcro, que abarca el Calvario o Gólgota, donde se dice que Jesús murió en la cruz, y la tumba donde fue sepultado y resucitó. Aunque no se nota a primera vista, partes del Santo Sepulcro son mantenidas por diferentes iglesias cristianas.

Durante el día, está tan lleno que apenas pudimos pasar unos momentos en estos lugares sagrados. Por la noche, sin embargo, se permite la entrada a grupos de entre 30 y 50 personas. Pudimos unirnos a uno de estos grupos y tuvimos una oportunidad increíble de orar durante cuatro horas. 

Creo que de todo lo que aprendimos, vimos y experimentamos en Tierra Santa, lo que más me dejó fue cuánto más Cristo se reveló en mi corazón.

Llegamos a conocer a Jesús más íntimamente y entendimos Su verdadero llamado hacia nosotros mientras viajábamos a los lugares donde Él llamó a Sus discípulos, donde dijeron que lo seguirían apasionadamente, donde habían dormido, comido o corrido con miedo.

Pude escuchar claramente el llamado de Jesús: “Síganme, y los haré pescadores de Hombres”.

No te pierdas la galería de fotos en thesoutherncross.org/pilgrimage.

 

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