A pesar de la pandemia, El Salvador se reúne para recordar a San Romero

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Por Rhina Guidos

SAN SALVADOR, El Salvador  — La pandemia de COVID-19 desalentó las celebraciones del año pasado para conmemorar el 40 aniversario del martirio de San Óscar Romero.

Simposios, conciertos, obras de teatro, e incluso peregrinaciones internacionales para recordar a San Romero se detuvieron cuando el país cerró abruptamente su aeropuerto el 17 de marzo de 2020, pocos días antes de la gran celebración del 24 de marzo. En un esfuerzo por evitar el coronavirus, el presidente puso el país en cuarentena, cerrando casi todos los edificios — incluyendo las iglesias — en esta nación predominantemente cristiana.

Este año, sin embargo, cientos de devotos del arzobispo salvadoreño, martirizado por una bala mientras celebraba Misa en 1980, se cubrieron doblemente la cara — algunos incluso llevaban protectores de plástico para el rostro — y llenaron la catedral de San Salvador, dirigiéndose a la cripta para así tocar la tumba donde el santo está enterrado. Algunos frotaron sus manos en la mitra de la obra de bronce que cubre su tumba, se arrodillaron y lloraron frente a ella mientras pedían la intercesión del santo para liberar al mundo de la pandemia y a El Salvador de los diferentes males sociales que enfrenta hoy.

Durante una misa el 24 de marzo en conmemoración del martirio del santo, el arzobispo José Luis Escobar Alas de San Salvador sostuvo en su homilía que, si San Romero estuviera vivo hoy, él abogaría por un El Salvador libre de impunidad, corrupción, uno con verdadera justicia social, con oportunidades para que todos avancen, «un país libre de violencia y en paz».

En algunos círculos sociales, la pandemia se ha convertido en una conversación secundaria, una calamidad más en una larga lista de desafíos — como la violencia de pandillas y la falta de empleo — que enfrentan los salvadoreños.

Tras una tensa campaña para elecciones legislativas y municipales — donde dos personas murieron — los problemas de El Salvador no se resolverán con una vacuna. La mayoría de los ciudadanos del país prácticamente han entregado el poder absoluto al presidente y al partido que él fundó, argumentando que quieren un cambio y que no pueden esperar más.

El arzobispo expresó en su homilía que los salvadoreños enfrentan un sistema injusto de «leyes espurias» que, en vez de proteger a los vulnerables y débiles, protegen la «gran capital, la delincuencia, y la corrupción». San Romero abogaría por la reforma de los beneficios de seguridad social o pensiones, contra los impuestos injustos, los derechos de los trabajadores, los migrantes y las mujeres — todos grupos cuyas dificultades se han vuelto aún más pronunciadas durante la pandemia.

Pero otros se preguntan si el nuevo período que comienza el 1 de mayo, con nuevos líderes políticos, traerá el cambio que El Salvador necesita desesperadamente. Durante la fiesta de San Romero, se dirigieron a él en oración.

En el norte de El Salvador, el padre Gilberto Robles, pastor de la iglesia principal católica en el pueblo de San Fernando, se reunió con sus feligreses en una pequeña iglesia en el cercano pueblo de Jesús del Valle para conmemorar la víspera de la fiesta de San Romero. Ahí, el sacerdote se refirió a un prolongado período de militarización en su parroquia, que limita con Honduras. Al principio, las autoridades dijeron que los soldados estaban allí para evitar que personas posiblemente infectadas ingresaran a El Salvador a través de puntos ciegos en la región montañosa. Pero cuando enviaron más soldados el octubre pasado, el gobierno dijo que los soldados estaban allí para evitar el narcotráfico.

«Se siente como si estuviéramos en una guerra, no solo en pandemia», señaló el padre Robles. «Nos sentimos controlados, vigilados».

En esta tensa situación, los prelados y el clero dijeron que el santo salvadoreño debe ser un símbolo de esperanza para quienes sienten angustia e incertidumbre y les instaron recordar que tienen un intercesor en el cielo.

«San Romero no era solo de homilías», expuso el obispo Oswaldo Escobar Aguilar, durante una presentación en San Salvador sobre un libro que publicó de San Romero. El libro narra las visitas del santo a la Diócesis de Chalatenango, que es ahora dirigida por el obispo Escobar. Romero era un santo que hablaba sobre la persona, los derechos humanos, dijo.

Y ahora, con la canonización de 2018 que ha llevado a otros a aprender más sobre lo que él defendió, «Romero no solo pertenece a la Iglesia Católica, ni solo a los salvadoreños, sino a quienes defienden los derechos humanos», dijo el obispo Escobar durante una conferencia de prensa.

El arzobispo Escobar, de San Salvador, dijo que San Romero era un obispo que solo podría haber sido un sueño por los movimientos de la Iglesia Católica en América Latina de la década de 1970 — movimientos que persiguieron activamente la opción por los pobres, y cuyos ideales, arraigados en las enseñanzas del Concilio Vaticano II, siguen siendo importantes hoy.

«Romero nos enseñó que Dios camina con nosotros a través de la historia», dijo el arzobispo Escobar. «Puso su confianza en Dios. Ahora nos toca a nosotros seguir adelante con ese gran legado, y tenemos que transmitir la ‘Buena Nueva’ a nuestro tiempo presente. Su ejemplo trasciende el tiempo, brindándonos formas de encarnar el Evangelio en nuestra realidad del hambre y la sed de Dios», agregó.

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