Perspectiva: No demos vuelo a la epidemia del miedo

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Por Ricardo Márquez

Estamos experimentando en estos días una corriente de miedo y pánico colectivo. El brote epidémico del “coronavirus” en China y luego su aparición en varios países del mundo y aquí en los Estados Unidos nos tiene afectados. La velocidad, variedad y multiplicidad de informaciones a través de los medios crean un ambiente de confusión adicional. Las consecuencias ya se reflejan en nuestras parroquias y reuniones litúrgicas. Se han suspendido las Misas públicas y se le ha ordenado a la población a quedarse en casa.

Tan peligroso para la comunidad es la epidemia de un virus como la epidemia del miedo. El miedo cumple sus funciones positivas para tomar las debidas precauciones y estar alerta, pero el miedo exagerado paraliza, frena y limita nuestras acciones. El miedo exagerado puede producir angustia, ansiedad, rabia o depresión.

¿En qué terreno cae la semilla del miedo? Si nuestra fe se ha alimentado y es robusta el miedo no encuentra nutrientes para crecer, quien ha alimentado su fe sabe que el Señor es nuestro Guía (Salmo 23), que nos protege (Salmo 121); que nos recuerda constantemente que oremos en las dificultades (Mt 26:41); que estemos con Él (Mt 12:28), que tengamos paz, que no temamos (Jn 20:19-21); que la fuerza está en el servicio (Mt 20:26) y amor a los hermanos (Jn 13:34-35) y necesitados (Mt 25); que el gozo profundo de sentirse amado incondicionalmente favorece la salud y el bienestar (Jn 10:10).

Los sentimientos son como seres vivos, crecen y se desarrollan con el alimento que le damos. Si alimentamos el miedo, crecerá de tal manera que nos someterá; si alimentamos la fe y la confianza ellas crecerán y nos darán la libertad interior para caminar en medio de las dificultades. ¿Qué sentimientos alimentamos estos días?, ¿De dónde nos alimentamos?, ¿De las noticias y las redes o de la Palabra, la oración y la liturgia? La decisión está en nuestras manos. Ninguna corriente de opinión externa nos somete o disminuye si nosotros no lo permitimos, si no le entregamos nuestro poder.

Cuando la fe se nutre individual y comunitariamente somos fuertes con la Gracia de nuestro Dios. Sentimos como San Pablo (Rm 8:35 ss) que experimentó tan íntimamente su presencia que llegó a decir, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La Tribulación?, ¿La angustia?, ¿La persecución?, ¿El hambre?, ¿La desnudez?, ¿Los peligros?…” ¿El coronavirus?…Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Seamos prudentes y cuidadosos, sencillos como palomas y astutos como serpientes. No alimentemos ni le demos vuelo a la epidemia del miedo. Los cristianos a lo largo de la historia han mostrado su fortaleza en los momentos difíciles de pestes y persecuciones, sirviendo, cuidando y sanando a los enfermos. Los discípulos de Cristo no se esconden, su fe y su esperanza en el Dios de la Vida hace arder sus corazones para servir y amar.

Ricardo J. Márquez, PhD, es director asociado de la Oficina de Vida Familiar y Espiritualidad, e invitado frecuente del programa de radio Vive Feliz. Se puede contactar en rmarquez@sdcatholi.org.

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